TROPISMO HACIA SERES IMAGINARIOS: un relato de Violeta Balián

Vampiresa
Miriam Ascúa (Córdoba, Argentina)




Al finalizar la presentación del  nuevo método para borrar y reemplazar las memorias humanas, y en el proceso, avanzar en el camino hacia la inmortalidad, el Profesor Long, fundador del movimiento Humanos Inmortales divisó entre la concurrencia a una mujer vestida de rojo que lo miraba con ojos distantes, a milenios.  Hipnotizado, se acercó a la desconocida y ésta le informó que sostenía un punto de vista contrario al tópico de su disertación.  Long le ofreció tomar una copa.  En el bar, la mujer soltó:

—Profesor, ¿qué opina usted sobre la posibilidad de que los verdaderos inmortales sean los mismos humanos, bendecidos con la periódica «muerte eterna» y en posesión del privilegio y la habilidad de olvidarlo todo? ¿No cree que «para siempre» es mucho tiempo?  En este plano y como usted sabe, «inmortales»  los hubo desde tiempos inmemoriales—.

— ¿A quiénes se refiere? — preguntó Long resistiéndose a la sugerencia y registrando el hálito frío que emanaba de la mujer.   —Los vampiros no existen—afirmó al fin con voz ronca.

Ella le tomó la mano y se la llevó a la mejilla. — ¡Ah, sospecha bien, aunque nos prefiera relegados a los mitos y las sombras! Es cierto, ya no somos humanos pero tenemos alma y la capacidad de destruir a la humanidad.  ¿Qué nos lo impide?   Pues, una  memoria entre las tantas que heredamos de nuestros antiguos y el fluido vital de nuestras víctimas humanas.  Pero por sobre todo, Luciano, el ángel caído quien instruyó no hacer de los humanos víctimas totales de nuestras hambres—.

—Pero, alguna vez usted fue mortal como yo— balbuceó Long apurando su trago.

La mujer asintió.

—Entonces, es su propia naturaleza de cadáver activo la que pervive a través de memorias milenarias.  Y es exactamente eso lo que propone el método Long — agregó el profesor.

La mujer le respondió con una mirada extraña:
— Oh no, no es así.  Su método distribuye engaños envasados en dudosas vidas eternas.   No lo dude; se hará inmensamente rico y vivirá a costa de las memorias ajenas, las mismas que a su debido tiempo le abandonarán.  En cambio nosotros y por todos los tiempos, recordaremos que los humanos son nuestro alimento. ¡Caramba! Debo irme. Lo siento mucho Profesor, me esperan a cenar.

Perplejo, Long contempló como una ráfaga de viento abría la ventana y la mujer se sumía en la oscuridad.

 

Violeta Balián © 2014



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