por Pablo Martínez Burkett
Usted tiene en sus manos una nueva edición de El expediente Glasser de Violeta Balián. En efecto, se trata de la tercera edición. En tiempos tan contemporáneos alcanzar una tercera edición habla, como mínimo, de una amplia recepción en el público que gusta de intrigas como las que debe sobrellevar la protagonista, Clara Glasser. No descarto que antes de interesarse por la trama, usted quiera conocer como previo a qué género pertenece la novela.
En lo personal abomino de las clasificaciones. Foucault se destornilla de risa en el comienzo de Las palabras y las cosas con la clasificación de animales que Borges atribuye a “cierta enciclopedia china”. No es para menos, el propio Borges en El idioma analítico de John Wilkins dice que “Notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo”. Sin embargo creo que, justamente, somos tan dados a las clasificaciones porque vamos a tientas por un mundo desconocido. Sin dudas resultan un atajo a la simplificación, pero también son el refugio pacificador ante nuestra ignorancia de ese “afuera” que es la realidad que nos rodea.
Pero a la hora de buscar una clasificación apropiada para El expediente Glasser, las etiquetas posibles rumbean para el lado de la novela negra, la novela romántica, la novela de aventuras, la novela de ciencia ficción. Participa de todas pero no obstante, ninguna logra aprehender su esencia pues es una novela donde confluyen distintas perspectivas y para mejor, narradas por ojos femeninos.
En este sentido, nos proponemos averiguar si es posible darle una clasificación que se ajuste lo mejor posible a su contenido. Cuadra entonces describir brevemente la trama.
Ya al comienzo atestiguamos una muerte que sospechamos tiene mucho de crimen. A poco de avanzar, la irrupción de presencias extrañas (tan extrañas como que no son de este planeta) revela una realidad anómala. Mientras tanto, nos apiadamos de una Clara Glasser que asiste inerme al desmoronamiento del universo familiar. Las categorías de mujer, esposa y madre tambalean frente al despiadado paso del tiempo, la pasión erosionada hasta la ausencia y los hijos que ya no están. Una vida sin sentido que sucede en la Buenos Aires de comienzos de los años 70’, años de violencia, terrorismo, democracia fragmentaria, más terrorismo pero de Estado y el miedo de un futuro que nunca llega. Y esos seres imposibles y la procesión de portales a mundos paralelos. Y la locura. Y el sueño. O la pesadilla.
En suma, El expediente Glasser es el derrotero doméstico de Clara, una mujer que enfrenta, con perplejidad pero con coraje, los desafíos de una vida vacía de sentido que se modifica a partir de una muerte, muerte que la proyecta hacia los peligros inauditos de una conspiración que pone en riesgo la existencia misma de la humanidad.
Y al redondear la frase, algunas palabras empiezan a retumbar como un eco perceptible: crimen, doméstico, mujer, soledad, relaciones desgajadas, desafíos malsanos… Y esas palabras nos ayudan a dar con la respuesta buscada. En efecto, son todas notas tipificantes del llamado domestic noir, subgénero de la novela negra que viene pisando fuerte en el vasto firmamento de las clasificaciones literarias.
Podrá decirse que Cumbres borrascosas de Emily Bronté, y durante los años 40, Rebeca de Daphne Du Maurier o The girl who had to die de Elisabeth Saxay Holding inauguraron este subgénero. Seguramente Perdida (Gone Girl) de Gyllian Flynn, La chica del tren de Paula Hawkins y La mujer de un solo hombre (The Silent Wife) de A.S.A. Harrison, lo afianzaron y terminaron de darle forma.
El expediente Glasser de Violeta Balián expresa de forma acabada y minuciosa los mejores elementos distintivos de este subgénero. Si hoy alguien me pregunta, diré sin temor a equivocarme que la etiqueta apropiada es la de domestic noir.
Y aunque ya dimos algunas pistas de la trama, tratándose de una novela donde hay un crimen y un misterio, no abundaremos en mayores detalles. Sí diremos que toda la historia está compuesta en una prosa amena, concisa y directa, que elude con elegancia los tecnicismos y que se da tiempo de abordar disquisiciones de orden filosófico y hasta teológico. Violeta Balián tiene una increíble facilidad para sumergirnos en un universo igual pero no tanto, donde lo fantástico irrumpe de una forma imperceptible, impensada e inquietante. Y más importante aún, la maestría de su narración tiene un efecto perdurable: mucho tiempo después de acabar la lectura, vamos a seguir mirando por sobre el hombro, llenos de recelo, preguntas y sobre todo, horrores muy vívidos.
Pablo Martínez Burkett
Buenos Aires, julio de 2015
En lo personal abomino de las clasificaciones. Foucault se destornilla de risa en el comienzo de Las palabras y las cosas con la clasificación de animales que Borges atribuye a “cierta enciclopedia china”. No es para menos, el propio Borges en El idioma analítico de John Wilkins dice que “Notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo”. Sin embargo creo que, justamente, somos tan dados a las clasificaciones porque vamos a tientas por un mundo desconocido. Sin dudas resultan un atajo a la simplificación, pero también son el refugio pacificador ante nuestra ignorancia de ese “afuera” que es la realidad que nos rodea.
Pero a la hora de buscar una clasificación apropiada para El expediente Glasser, las etiquetas posibles rumbean para el lado de la novela negra, la novela romántica, la novela de aventuras, la novela de ciencia ficción. Participa de todas pero no obstante, ninguna logra aprehender su esencia pues es una novela donde confluyen distintas perspectivas y para mejor, narradas por ojos femeninos.
En este sentido, nos proponemos averiguar si es posible darle una clasificación que se ajuste lo mejor posible a su contenido. Cuadra entonces describir brevemente la trama.
Ya al comienzo atestiguamos una muerte que sospechamos tiene mucho de crimen. A poco de avanzar, la irrupción de presencias extrañas (tan extrañas como que no son de este planeta) revela una realidad anómala. Mientras tanto, nos apiadamos de una Clara Glasser que asiste inerme al desmoronamiento del universo familiar. Las categorías de mujer, esposa y madre tambalean frente al despiadado paso del tiempo, la pasión erosionada hasta la ausencia y los hijos que ya no están. Una vida sin sentido que sucede en la Buenos Aires de comienzos de los años 70’, años de violencia, terrorismo, democracia fragmentaria, más terrorismo pero de Estado y el miedo de un futuro que nunca llega. Y esos seres imposibles y la procesión de portales a mundos paralelos. Y la locura. Y el sueño. O la pesadilla.
En suma, El expediente Glasser es el derrotero doméstico de Clara, una mujer que enfrenta, con perplejidad pero con coraje, los desafíos de una vida vacía de sentido que se modifica a partir de una muerte, muerte que la proyecta hacia los peligros inauditos de una conspiración que pone en riesgo la existencia misma de la humanidad.
Y al redondear la frase, algunas palabras empiezan a retumbar como un eco perceptible: crimen, doméstico, mujer, soledad, relaciones desgajadas, desafíos malsanos… Y esas palabras nos ayudan a dar con la respuesta buscada. En efecto, son todas notas tipificantes del llamado domestic noir, subgénero de la novela negra que viene pisando fuerte en el vasto firmamento de las clasificaciones literarias.
Podrá decirse que Cumbres borrascosas de Emily Bronté, y durante los años 40, Rebeca de Daphne Du Maurier o The girl who had to die de Elisabeth Saxay Holding inauguraron este subgénero. Seguramente Perdida (Gone Girl) de Gyllian Flynn, La chica del tren de Paula Hawkins y La mujer de un solo hombre (The Silent Wife) de A.S.A. Harrison, lo afianzaron y terminaron de darle forma.
El expediente Glasser de Violeta Balián expresa de forma acabada y minuciosa los mejores elementos distintivos de este subgénero. Si hoy alguien me pregunta, diré sin temor a equivocarme que la etiqueta apropiada es la de domestic noir.
Y aunque ya dimos algunas pistas de la trama, tratándose de una novela donde hay un crimen y un misterio, no abundaremos en mayores detalles. Sí diremos que toda la historia está compuesta en una prosa amena, concisa y directa, que elude con elegancia los tecnicismos y que se da tiempo de abordar disquisiciones de orden filosófico y hasta teológico. Violeta Balián tiene una increíble facilidad para sumergirnos en un universo igual pero no tanto, donde lo fantástico irrumpe de una forma imperceptible, impensada e inquietante. Y más importante aún, la maestría de su narración tiene un efecto perdurable: mucho tiempo después de acabar la lectura, vamos a seguir mirando por sobre el hombro, llenos de recelo, preguntas y sobre todo, horrores muy vívidos.
Pablo Martínez Burkett
Buenos Aires, julio de 2015
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