AUTOR INVITADO: DIEGO M. ROTONDO


 

El secreto de  Herbert Tanner

 

   En el año 1997, los nietos de la centenaria Kimberly H. Wilson (103), le revelaron a la policía de Arizona, el sitio adonde se hallaban sepultados los restos de las mujeres asesinadas por su primer marido, Herbert Tanner.

   A pocas horas de su muerte, la señora Wilson congregó a sus hijos y nietos en torno a su lecho y les narró la historia de su romance con Tanner.  

    Herbert, de 28 años, llevaba dos años montando su show de cuchillos en un circo de Phoenix. Era un hombre hábil e imperturbable; ya desde niño se había destacado por tener una puntería extraordinaria. En la escuela solía apostarles a los demás niños que con una piedra era capaz de atinarle a un pájaro a 20 metros de distancia. Y casi siempre ganaba. Al descubrir su talento innato, sus padres decidieron mostrar la maestría de su hijo en una feria del pueblo, adonde pasaban la gorra mientras el niño arrojaba piedras dentro de unas copas de cristal.

   Con el tiempo Herbert fue mejorando su técnica, a los 15 años comenzó a arrojar cuchillos rodeando cruces de madera. A diferencia de otros lanzadores, que no se alejaban más de cinco metros de sus asistentes, Tanner hacía gala de su puntería alejándose hasta diez metros de “la rueda”. Y nunca fallaba. Empezó a practicar con mujeres a los 18 años, y de ahí en más no pararon de lloverle las ofertas de diferentes circos y ferias.

   En el circo de Phoenix su show fue el más demandado de toda la función. Cuando  salía al escenario, el jolgorio del público se hacía ensordecedor, principalmente el de los hombres, que ansiaban deleitarse con las exuberantes asistentes, quienes exhibían sus cuerpos semidesnudos ante el fulgor de cada cuchillo.

    El 3 de mayo de 1910, Kimberly, de 16 años, se ofreció para posar en el show de Tanner a cambio de unos pocos dólares. Cuando los organizadores le presentaron al artista, la muchacha quedó cautivada con su personalidad espartana. Tanner también quedó obnubilado con la joven, y por eso, en un principio se rehusó a trabajar con ella, no quería que su encanto le hiciese perder la concentración y todo acabase en una tragedia. Pero Kimberly le rogó que la dejara participar, necesitaba el dinero para comprar las medicinas de su madre sifilítica, y además, quería sentir esa adrenalina en la rueda. Tanner terminó siendo persuadido por los dueños del circo, y el día del show, por primera vez en su vida, falló su puntería, provocándole dos cortes a Kimberly en las caderas. Afortunadamente eran tajos superficiales y nadie en el público lo advirtió. Ni siquiera Kimberly, que se dio cuenta que estaba herida al retirarse del escenario.   

    El tiempo pasó, Herbert y Kimberly se casaron y se asociaron para ofrecer shows cada vez más temerarios. Se hacían llamar: “Los enamorados de la muerte”. En esos shows Kimberly no permanecía estática como lo hacían las anteriores asistentes, sino que danzaba continuamente, girando y haciendo piruetas mientras su marido le arrojaba un cuchillo tras otro al ras de su cuerpo. El público estaba encantado con la pareja, les arrojaban flores y billetes sobre el escenario.

    Pero Tanner tenía un secreto; un secreto que le reveló a su esposa aquella noche en que ambos se emborracharon para festejar el éxito del show. Herbert le contó que estaba utilizando a mujeres indigentes para sus ensayos. Las convencía por unos pocos céntimos y las llevaba a un viejo establo que tenía a tres kilómetros del circo. Al estar a solas con ellas, al verlas dóciles y vulnerables expuestas frente a sus filosos cuchillos, comenzó a tentarse con la idea de fallar.... De hecho, le confesó que era lo que venía haciendo desde hacía un mes... Dijo que matarlas de esa manera, para él, era como una potente droga. Un estremecimiento inexplicable invadía todo su cuerpo, una ráfaga de espasmos que ascendían desde sus tobillos hasta su coronilla, algo mejor que cualquier orgasmo. Y la sensación se agudizaba a medida que iba clavando cuchillo tras cuchillo en el abdomen y el pecho de esas mujeres. Se liberaba de toda la tensión que acumulaba cuando tenía que esquivar el cuerpo de Kimberly arriba del escenario... Con estas mujeres era diferente, porque nadie iba a reclamar por ellas… eran mujeres anónimas, excluidas de la sociedad, mendigaban en las calles y no tenían hogar ni familia. Eran las asistentes perfectas, daba lo mismo matarlas o dejarlas vivas. Él podía practicar los tiros más difíciles con ellas; y si fallaba, sólo tenía que sepultar el cadáver e ir buscar otra…

 
 
   Al escuchar la confesión de su esposo, quien finalizó su relato llorando como un niño, Kimberly se sobrecogió, pero al mismo tiempo sintió compasión por él; porque había descubierto a otro hombre además de ése impasible que ella conocía. Con el alcohol Herbert se había deshecho de esa coraza de superhombre que llevaba siempre, arriba y abajo del escenario. Le había mostrado su lado vulnerable y eso hizo que ella, inesperadamente, se enamorase aun más de él.

    Kimberly resolvió guardar el secreto de su marido, porque además sabía que el éxito que tenían dependía, en gran parte, de esas pobres mujeres. Durante once años, además de trabajar junto a  él, lo ayudó a sepultar a cada una de las 63 víctimas que asesinó...

   En 1922, Herbert Tanner murió al ser aplastado accidentalmente por un elefante del circo.

    Luego de revelarle esta historia a su familia, Kimberly Wilson murió en su cama con un gesto sosegado en el rostro...
 
 
 
 
Diego M. Rotondo
Argentina
 


Diego M. Rotondo es un escritor argentino nacido en 1974 en la provincia de Buenos Aires. Ha participado en diferentes certámenes literarios e integrado antologías de cuento y poesía.
En 2011 ganó el primer premio del concurso de literatura fantástica "Mundos en Tinieblas", de la extinta editorial "Galmort". El premio le valió la publicación de su primer libro de relatos: "Dharma Rojo", un trabajo que finalmente no se publicó a causa de la inoperancia de los editores.
En 2012 colabora con el programa Nobleza Obliga, de Radio América AM 1190, adonde escribe las efemérides de cada viernes.
A principios del 2013 comienza con el proyecto FÁBULAS DEL CRIMEN. A fines de este año crea una página en Facebook adonde sube algunas de sus crónicas. La página termina transformándose en un éxito, atrayendo a gran cantidad de lectores.

Además de escritor, Diego es músico y pintor autodidacta.


 
 
 
 
 
 
 
 
  

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