Impresiones de viaje...
Es sábado
por la tarde en Miami y se anuncia lluvia. Por lo tanto, a eso de las seis camino las. tres cuadras que me separan de la
casa donde mis anfitriones hallaron, finalmente al pavo real "Plumitas", mascota de la casa hasta su desaparición hace exactamente un año atrás. La buena noticia es que "Plumitas" no se fue muy lejos. Se instaló entre los jardines de cuatro familias vecinas y ahora sus nuevos protectores lo bautizaron "Sam".
La tarde se acaba. He llegado a la hora exacta. El pavo real se ha encaramado sobre la verja lateral de una de sus casas tomadas. La cola, replegada, le cuelga sin pretensiones ahora que el ave se ha ubicado a una prudente distancia del techo de la casa. Porque en minutos, saltará sobre el tejado e intentará volar, cauteloso un trecho más largo y alcanzar el refugio más alto. Lo llamo suavemente. Entonces la cabeza coronada da un cuarto de vuelta, me observa de reojo y emite un grito antes de elevarse y desaparecer por las alturas. Creo que hay pocos momentos que se asemejan, en intensidad y belleza al vuelo del pavo real a la hora del crepúsculo. Hoy como ayer, y seguramente mañana, se cumple rigurosamente el rito ancestral. "Plumitas" o "Sam" debe decidir donde ha de pasar la noche. A instantes de su partida, el entorno se impregna de silencio. Con el ánimo cargado de emoción emprendo mi retirada, siempre rodeada de la omnipresente vegetación urbana a la que ya siento opresiva y apresurada por crear sombras. Tal como se pronosticó, esa noche llovió, pero no tanto como se esperaba. Me alegré. Hacía ya un tiempo que "Plumitas" no era parte de la casa, pero tenía constancia de que en más de una ocasión le había "sacado el pecho azul" a las tormentas refugiándose debajo de las palmas. Sin embargo, no me gustaba la idea de que estuviera acurrucado, soportando torrentes de agua. No me hubiese permitido dormir.
La tarde se acaba. He llegado a la hora exacta. El pavo real se ha encaramado sobre la verja lateral de una de sus casas tomadas. La cola, replegada, le cuelga sin pretensiones ahora que el ave se ha ubicado a una prudente distancia del techo de la casa. Porque en minutos, saltará sobre el tejado e intentará volar, cauteloso un trecho más largo y alcanzar el refugio más alto. Lo llamo suavemente. Entonces la cabeza coronada da un cuarto de vuelta, me observa de reojo y emite un grito antes de elevarse y desaparecer por las alturas. Creo que hay pocos momentos que se asemejan, en intensidad y belleza al vuelo del pavo real a la hora del crepúsculo. Hoy como ayer, y seguramente mañana, se cumple rigurosamente el rito ancestral. "Plumitas" o "Sam" debe decidir donde ha de pasar la noche. A instantes de su partida, el entorno se impregna de silencio. Con el ánimo cargado de emoción emprendo mi retirada, siempre rodeada de la omnipresente vegetación urbana a la que ya siento opresiva y apresurada por crear sombras. Tal como se pronosticó, esa noche llovió, pero no tanto como se esperaba. Me alegré. Hacía ya un tiempo que "Plumitas" no era parte de la casa, pero tenía constancia de que en más de una ocasión le había "sacado el pecho azul" a las tormentas refugiándose debajo de las palmas. Sin embargo, no me gustaba la idea de que estuviera acurrucado, soportando torrentes de agua. No me hubiese permitido dormir.
La mañana
siguiente, domingo se presentó diáfana y acompañada de una brisa más que dispuesta a disminuir los
calores de mayo. Lo que resultó muy
favorable para nuestro plan del día: visitar el Fairchild Tropical Garden en
Coral Gables. En mi opinión y la de
muchos, es un lugar fascinante y al que siempre se debe volver. Con mis amigos
recorro avenidas, caminos, senderos, los jardines Madagascar, el tropical, y muchos más. Caídas al azar sobre el verde oscuro de las ramas vivas de plantas de filodendro, descubro sus hojas secas, color hueso, enrolladas hacia
adentro como puños cerrados. Esculturas caprichosas y bellas que interpreto como transmisoras de lo inevitable conectadas con Les
Feuilles Mortes, la vieja canción de
Juliette Greco de mis tiempos adolescentes.
Caminatas, descansos cortos y finalmente, el abandono total en las poltronas del artista brasileño
Hugo França, finamente talladas en maderas amazónicas e instaladas en los claros
del bosque tropical. Puntos de mira hacia todo lo que nos rodea que es verde, apacible y mágico incluyendo los
pequeños lagos, el canto de las aves y el follaje lujurioso.
Poltrona del artista brasileño, Hugo França |
Por último, visitamos el Jardín de las
Mariposas. Un espacio de techos
altos, vidriado, que contiene a las aladas criaturas de todos los tamaños y
colores. Éstas, atrevidas, se posan
sobre nuestras cabezas y hombros mientras los
niños se deleitan y ríen a carcajadas. Me viene a la mente la frase de W. Somerset Maugham, “la risa es la máxima realidad”. Es así, aun dentro de un
lugar que derrocha sortilegios, a plena luz del día.
Mariposa en el Fairchild Tropical Botanic Garden |
De regreso, nos aprontamos para ir a cenar con amigos en el simpático distrito de
Coconut Grove, remanente de la vieja Florida. La espectacular casa de nuestros anfitriones se presta a todas las
contemplaciones. Los enormes ventanales, inferiores y
superiores, dan al jardín, la piscina y un bosque de palmeras de troncos
pelados. El sol cae entre
las cenizas de la tarde y nuestro pequeño grupo charla, escucha música y bebe camparis. Pienso en "Plumitas"
y la tarde anterior. Se interrumpe mi reflexión, consecuencia de algún conjuro, y me uno a los otros invitados para presenciar, atónitos un vuelo en picada, transparente, seguido de estelas doradas. Es el
paso fugaz de una pareja de pavos reales. Las aves han descendido de la copa más
alta de una palmera, sorteado un conglomerado de troncos grisáceos y, con aparatosidad y gritos que remedan los bocinazos de auto antiguo han arribado al árbol más frondoso y cercano sobre el que intentan
pernoctar. La dueña de casa dice que este espectáculo es cosa
de todos los días, que en Coconut Grove, la municipalidad protege a los pavos reales y por esta razón, se han convertido en una verdadera plaga.
Pavo real en vuelo |
¿Plaga? No,
magia, murmuro para mis adentros. Porque aunque parezca mentira, en la mundana
Miami y en las últimas veinticuatro horas, los excesos de la lluvia, los pavos
reales, las mariposas, los niños y toda la naturaleza circundante han tenido la gentileza de manifestarnos, entre crepúsculo y crepúsculo, un sinfín de encantos.
Violeta
Balián ©2014
Muy bellas imágenes! Las impresas y las que provocan las palabras, dentro.
ResponderEliminarGracias!