MIAMI: Entre crepúsculos...

Impresiones de viaje...



Es sábado por la tarde en Miami y se anuncia lluvia.  Por lo tanto, a eso de las seis camino las. tres cuadras que me separan de la casa donde mis anfitriones hallaron, finalmente al pavo real "Plumitas",  mascota de la casa hasta su desaparición hace exactamente un año atrás.  La buena noticia es que  "Plumitas" no se fue muy lejos.  Se instaló entre los jardines de cuatro familias vecinas y ahora sus nuevos protectores lo bautizaron "Sam". 

La tarde se acaba.  He llegado a la hora exacta. El pavo real se ha encaramado sobre la verja lateral de una de sus casas tomadas.  La cola, replegada, le cuelga sin pretensiones ahora que el ave se ha ubicado a una prudente distancia del techo de la casa.  Porque en minutos, saltará sobre el tejado e intentará volar, cauteloso un trecho más largo y alcanzar el refugio más alto.  Lo llamo suavemente.  Entonces la cabeza coronada da un cuarto de vuelta, me observa de reojo  y emite un grito antes de elevarse y desaparecer por las alturas.  Creo que hay pocos momentos que se asemejan, en intensidad y belleza al vuelo del pavo real a la hora del crepúsculo.  Hoy como ayer, y seguramente mañana, se cumple rigurosamente el rito ancestral.  "Plumitas"  o "Sam" debe decidir donde ha de pasar la noche.  A instantes de su partida, el  entorno se impregna de silencio.  Con el ánimo cargado de emoción emprendo mi retirada, siempre rodeada de la omnipresente vegetación urbana a la que ya siento opresiva y apresurada por crear sombras.  Tal como se pronosticó, esa noche llovió, pero no tanto como se esperaba.  Me alegré.  Hacía ya un tiempo que "Plumitas"  no era parte de la casa, pero tenía constancia de que  en más de una ocasión le había "sacado el pecho azul"  a las tormentas  refugiándose debajo de las palmas.   Sin embargo, no me gustaba la idea de que estuviera acurrucado, soportando torrentes de agua.  No me hubiese permitido dormir.  

La mañana siguiente, domingo se presentó diáfana y  acompañada de una brisa más que dispuesta a disminuir los calores de mayo.  Lo que resultó muy favorable para nuestro plan del día: visitar el Fairchild Tropical Garden en Coral Gables.  En mi opinión y la de muchos, es un lugar fascinante y al que  siempre se debe volver.  Con mis amigos recorro avenidas, caminos, senderos, los jardines Madagascar, el tropical, y muchos más.  Caídas al azar sobre el verde oscuro de las ramas vivas de plantas de filodendro, descubro sus hojas secas, color hueso, enrolladas hacia adentro como puños cerrados.  Esculturas caprichosas y bellas que interpreto como transmisoras de lo inevitable conectadas con Les Feuilles Mortes,  la vieja canción de Juliette Greco de mis tiempos adolescentes.  

 
Las hojas muertas en el Fairchild Tropical Garden

Caminatas, descansos cortos y finalmente, el abandono total en las poltronas del artista brasileño Hugo França, finamente talladas en maderas amazónicas e instaladas en los claros del bosque tropical.  Puntos de mira  hacia todo lo que nos rodea que es verde, apacible y  mágico incluyendo los pequeños lagos, el canto de las aves y el follaje lujurioso. 
Poltrona del artista brasileño, Hugo França
Por último, visitamos el Jardín de las Mariposas.  Un espacio de techos altos, vidriado, que contiene a las aladas criaturas de todos los tamaños y colores.  Éstas, atrevidas, se posan sobre nuestras cabezas y hombros mientras los niños se deleitan y ríen a carcajadas.   Me viene a la mente la frase de W. Somerset Maugham, “la risa es la máxima realidad”.  Es así, aun dentro de un lugar que derrocha sortilegios, a plena luz del día.
Mariposa en el Fairchild Tropical Botanic Garden

De regreso,  nos aprontamos para ir a cenar con amigos en el simpático distrito de Coconut Grove, remanente  de la vieja Florida.  La espectacular casa de nuestros anfitriones se presta a todas las  contemplaciones.  Los enormes ventanales, inferiores y superiores,  dan al jardín, la piscina y un bosque de palmeras de troncos pelados.  El sol cae entre las cenizas de la tarde y nuestro pequeño grupo charla, escucha música y bebe camparis.  Pienso en "Plumitas" y la tarde anterior.  Se interrumpe mi reflexión, consecuencia de algún conjuro, y me uno a los otros invitados para presenciar, atónitos un vuelo en picada, transparente, seguido de estelas doradas.  Es el paso fugaz de una pareja de pavos reales.  Las aves han descendido de la copa más alta de una palmera, sorteado un conglomerado de troncos grisáceos y, con aparatosidad y gritos que remedan los bocinazos de auto antiguo han arribado al árbol más frondoso y cercano sobre el que intentan pernoctar.   La dueña de casa dice que este espectáculo es cosa de todos los días, que en Coconut Grove, la municipalidad protege a los pavos reales  y por esta razón, se han convertido en una verdadera plaga. 
Pavo real en vuelo

¿Plaga?  No, magia, murmuro para mis adentros.   Porque aunque parezca mentira, en la mundana Miami y en las últimas veinticuatro horas, los excesos de la lluvia, los pavos reales, las mariposas, los niños y toda la naturaleza circundante han tenido la gentileza de manifestarnos, entre crepúsculo y crepúsculo, un sinfín de encantos.

Violeta Balián ©2014

Comentarios

  1. Muy bellas imágenes! Las impresas y las que provocan las palabras, dentro.
    Gracias!

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