LA FUENTE MÁGICA - Hipocrene y la poeta peruana Clarinda

Hipocrene

Según la mitología griega, la fuente de Hipocrene y su agua consagrada, nacía en las faldas del escarpado monte Helicón habitado por las Musas Helicónides, hijas de Zeus y Mnemosine (Memoria).   En cierta ocasión, durante un festival,  las Musas aceptaron el reto de las Piérides (otras nueve Musas de Macedonia)  enfrentándose  en un celebrado concurso de canto del que salió vencedora  Calíope, con su himno a Deméter.   El Monte Helicón, hechizado por la belleza de las voces, comenzó a crecer desmesuradamente y amenazó con llegar al cielo.  Furioso, Poseidón, dios del mar y todas las aguas y tormentas, le ordenó a Pegaso, el caballo alado, que golpeara la montaña con uno de sus cascos y la volviera a su tamaño normal.   Dócil, el Monte obedeció y del lugar donde Pegaso había golpeado brotó la fuente de Hipocrene, famosa por sus  aguas tranquilas que favorecían la inspiración poética.

Parnaso Antártico de Obras Amatorias
Lima (1608)


Clarinda, poeta anónima peruana, posiblemente nacida  a finales del siglo XVI en la Ciudad de los Reyes o Lima, capital de los Reinos y Provincias del Perú, fue la autora del poema Discurso en Loor de Poesía  que se publicó en 1608,  en el Parnaso Antártico de Lima dirigido por Diego Mexia de Fernangil.   Escrito en silvas, y con rasgos claramente renacentistas, el poema es reconocido como arte poética y responde a la necesidad criolla de aquella sociedad y época de marcar diferencias entre  el  espacio y tiempo peruanos,   esencialmente distintos a lo español y su colonización.   En dicho poema, Clarinda hace referencia a la fuente de Hipocrene y a la inspiración que deriva de su Musa.

«La mano y el favor de la Cirene,
 a quien Apolo amó con amor tierno;

 y el agua consagrada de Hipocrene

y aquella lira con que del Averno

 Orfeo libertó su dulce esposa,

 suspendiendo las furias del infierno;

la célebre armonía milagrosa

de aquél cuyo testudo pudo tanto,

 que dio muralla a Tebas la famosa;

el platicar suave, vuelta en llanto,

 y en sola voz, que a Júpiter guardaba,

 y al Juna entretenía y daba espanto;

el verso con que Homero eternizaba

 lo que del fuerte Aquiles escrebía,

 y aquella vena con que lo ditaba,

quisiera que alcanzaras, Musa mia,

 para que en grave y sublimado verso

 cantaras en loor de la poesía. » (1-18)
Tapadas limeñas


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